Discurso no de seguridad, sino de paz

Por Mauricio Meschoulam. Publicado en El Universal el 26 febrero 2012. Enlace original: https://bit.ly/2wbHrzo

La forma de nombrar, de decir, de hablar, de llamar a los objetos, a las acciones, a las políticas, sí importa. Miramos las cosas con nuestros ojos, sentimos, percibimos con nuestra mente, entendemos lo que creemos entender, y entonces lo compartimos, expresando a otros, a través del lenguaje, lo que nos parece haber visto o experimentado.

Autores constructivistas como Vygotsky nos enseñan que el ser humano, como creatura social que es, sólo se puede desarrollar en un contexto de interacción con sus semejantes a través de sus contactos con la familia, los amigos, la escuela, las instituciones, el entorno, donde la persona asimila las ideas y los valores. Por medio del lenguaje, aprehendemos los signos y los significados que nos explican nuestro mundo externo para después internalizarlo e ir construyendo nuestras nociones acerca de lo que es y lo que no es. El lenguaje es el conector entre lo social y lo individual. Tenemos acceso no a la realidad, sino a nuestras percepciones y a interpretaciones que de ella hacemos y nos compartimos los unos a los otros.

Articulamos el discurso y a través de éste relatamos nuestras historias, contamos nuestros logros, formulamos nuestros sueños, expresamos nuestras metas. Buscamos que otros comprendan nuestras necesidades, pretendemos persuadirlos, disuadirlos, argumentar, convencer, reformar, transformar. Estamos irremediablemente enlazados por las palabras que seleccionamos, las que nos enseñaron y las que transmitimos a nuestros hijos. Con ellas edificamos nuestras apreciaciones, las acordamos, y las solidificamos.

Si partimos de esa base, entonces nada ocurre por fuera de lo que socialmente vamos construyendo. Y por lo tanto, las condiciones que visualizamos como eternas, son más maleables de lo que pensamos.

Dentro de las 10 propuestas que elaboramos entre varios académicos para construir la paz en México, comenzamos por el discurso. Lo hicimos porque el discurso resulta crucial. No se trata de conseguir nuestra seguridad, explicamos, sino la paz de raíz, una apuesta de mucho más largo plazo. Seguridad, no paz estructural, había cuando, tal como lo cuentan nuestros padres y abuelos, en México se podía caminar por las calles sin temor a ser agredido o a terminar involucrado en el fuego perdido. La seguridad puede existir gracias a muros, vallas, soldados, tanques, aviones, guardias, puestos de revisión. La seguridad se puede conseguir cuando los actores deciden no atacarse y por tanto las balas dejan de volar incesantemente. Seguridad habrá si de pronto algún día comprendemos cómo desactivar la espiral de violencia en la que nos vamos sumergiendo incesantemente. Acaso cuando no lancen granadas en contra de las plazas o los acuarios, cuando dejen de atacar casinos, bares y las instalaciones de los diarios, cuando no se cuelguen más cuerpos de los puentes. Pero eso no es paz.

Elegir un término, por lo tanto, no es una decisión neutral. Privilegiar un esquema de paz por encima de un planteamiento de seguridad implica tomar partido por la construcción de condiciones estructurales que conllevan mucho más componentes fondo. La paz, obviamente, supone la ausencia de violencia, pero no se limita a ella. Un discurso de paz, por consiguiente, implica la convicción de que para lograrla se requiere el fortalecimiento de todos los aspectos positivos que la componen, y de que, con la pena, tendremos que esforzarnos mucho más de lo que algunos creen o nos hacen creer.

Cambiar el lenguaje es apostar por la noción de que podemos primero que nada trabajar para convencernos los unos a los otros de que nuestras realidades no son fijas, sino fluidas, modificables, y que por tanto, podemos de manera paulatina participar en la re-arquitectura de nuestro entorno Segundo, al elegir la paz como meta, incluimos la necesidad de frenar la violencia, pero no nos limitamos a ello, sino que asignamos objetivos mucho más elevados pues comprendemos que el largo plazo comienza en este instante preciso. Decir paz es implicar temas como integración, cohesión, respeto, armonía, educación, desarrollo, legalidad, justicia, transparencia, condiciones para que la gente del país pueda acceder a las oportunidades en circunstancias de igualdad.

Invitar a quienes toman y tomarán las decisiones de México a optar por un discurso de construcción de paz, es obligarlos a comprender que ya nos cansamos de hablar únicamente de lo que no deseamos, de los muertos, las balas, los descuartizados, los periodistas asesinados y de todo lo que estamos destruyendo.

Se da por entendido que compartimos la aversión por las historias de terror que se nos vienen encima cotidianamente. Queremos hablar también de lo que vamos a construir para salvarnos. Y si no imaginan cómo articularlo, mejor que lo sepamos desde ahora.

Twitter: @maurimm

Texto en: https://bit.ly/2wbHrzo

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