México: La guerra y la paz

Por Mauricio Meschoulam. Publicado en El Universal el 05 de abril de 2014. Enlace original: https://bit.ly/2wei3Jq

Saber acerca de la guerra no es necesariamente saber acerca de la paz. Por eso, cuando se afirma que pensar en la construcción de paz para México, supondría aceptar que actualmente nos encontramos en estado de guerra, se exhibe que nos falta mucho para comprender ese tema. La paz no consiste exclusivamente en la ausencia de violencia o guerra, por lo que el opuesto de la paz no es la guerra o la violencia, sino simplemente la ausencia de paz (lo que se conoce como peacelessness). Y el día en que no haya violencia, simplemente habrá una ausencia de violencia, no necesariamente paz.
Cuando el gobierno federal indica que busca un México en Paz, pero al mismo tiempo dice que hay que “recuperar” o “regresar” a la paz que se tenía, se está asumiendo que antes sí había una paz y que ésta se perdió en la última década, lo que es no haber entendido el fondo del problema. Y si no conocemos con todo detalle las metas a las que aspiramos, es posible que nunca lleguemos a ellas.
La ausencia de guerra, violencia o conflicto (o la ausencia del miedo a la violencia), componen solo la faceta negativa de la paz, lo que la paz no es. Pero se puede no estar en una guerra con otros países, o en una guerra civil; se puede estar en una situación en la que no vuelan las balas, no se secuestra ni extorsiona a las personas, y aún así, no encontrarse en un estado de paz.
La paz, en cambio, nos dicen autores como Galtung o Alger, está compuesta de una serie de factores positivos que la construyen y la promueven y que, si están presentes, resultan en la armonía y la cohesión sociales. Podríamos decir que todo eso que integra a una sociedad es constructor de paz, mientras que todo aquello que desintegra, aparta o separa a miembros o porciones enteras de las sociedades, es “disruptor” o destructor de paz.
Cuando cerca de la mitad de una sociedad vive en pobreza y un 20% se está muriendo de hambre, cuando lo que nos distingue es la desigualdad, la corrupción, los problemas en la educación, la falta de acceso a oportunidades, la descomposición de nuestras instituciones, la falta de respeto al estado de derecho o la falta de impartición de justicia, entonces es imposible hablar de integración social y por tanto, la aspiración por la paz es falaz, aún si no nos agobiaran las balaceras o los descabezados. Porque esos factores estructurales no son la causa de la violencia; esos factores son violencia.
Paz es integrar, pero también es pensar de manera incluyente en alternativas y propuestas. Es mirar un gran y amplio paraguas que se compone de aspectos políticos, económicos, sociales y culturales que involucran y entretejen el largo con el mediano y el corto plazo. Es verdad que es imposible alcanzar la paz si no se desactiva la espiral violenta y se detienen las balas. Pero construir la paz supone también implementar políticas públicas para el crecimiento con desarrollo económico sustentable y con desarrollo humano, el bienestar, el empleo, la salud, la educación, la democracia, el respeto a los derechos humanos, el combate a la corrupción y el fortalecimiento de la transparencia y rendición de cuentas, el respeto al Estado de Derecho y una eficiente impartición de justicia, la cohesión social, el discurso de paz en nuestra narrativa cotidiana e histórica. Paz es prevención, pero también intervención y post-vención. Paz es sentirnos seguros, pero también es tapar coladeras que nadie tapa, componer el alumbrado que se queda apagado por siglos. Paz es llenar los huecos, los espacios que nos separan, es sacarnos a la calle para hacer deporte, escuchar música, para enlazarnos.
Pensar en la urgencia de aspirar a la paz no es necesariamente asumir automáticamente que estamos en guerra ni recuperar una circunstancia del pasado. Va siendo hora de entenderlo.

Twitter: @maurimm

Texto en: https://bit.ly/2wei3Jq

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