Sexual Violence, Explotation and Abuse: Improving Prevention Across Conflicts and Crises

Luedke, Alicia, Lewis Chloe y Rodriguez Marisella, 2017. “Sexual Violence, Explotation and Abuse: Improving Prevention Across Conflicts and Crises” US Institute of Peace.  2017. https://bit.ly/2V9fXa7

*Esta es una síntesis anotada realizada por CIPMEX sobre el texto arriba referido*

El Instituto de Paz de los Estados Unidos Americanos publicó en 2017 un reporte especial sobre la violencia sexual, la explotación y el abuso en contextos de conflicto y crisis. Dicho reporte surge con la intención de proponer mejores medidas de prevención a partir de un nuevo planteamiento de las dinámicas de abuso. Las autoras sostienen que la violencia sexual perpetrada por grupos armados durante el conflicto y los abusos cometidos por parte de los interlocutores de paz, son problemas cuyas causas son las mismas por lo que es necesario crear esfuerzos de prevención que no aborden ambos fenómenos como situaciones aisladas (Luedke,Chloe y Rodriguez 2017, 1).

Las autoras comienzan haciendo una contextualización de este tipo de violencias y sus antecedentes—ellas mencionan que—“La violencia sexual relacionada con el conflicto armado (CRSV) está tipificada como delito en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional y es objeto de varias resoluciones importantes del Consejo de Seguridad”, donde en 2008 fue reconocida como una táctica de guerra y una amenaza para la paz internacional y la seguridad. (Luedke,Chloe y Rodriguez 2017, 2).  Paralelamente la prevención del abuso y la explotación sexual (SEA) —a manos de militares, policías y personal asociado a las operaciones del mantenimiento de la paz—  se ha convertido en una prioridad en la agenda internacional,  aseguran las autoras.

Ellas reconocen que si bien, ha habido un avance al abordar la CRSV y la SEA, los esfuerzos para mitigar ambas expresiones de la violencia se han visto limitados por la separación en el estudio de ambos fenómenos. CRSV a menudo se ha considerado como una «táctica de guerra» perpetrada por grupos armados estatales y no estatales, que requiere responsabilidad penal mediante el enjuiciamiento, mientras que la SEA se ha considerado una cuestión de conducta y disciplina que deben abordar los países cuyos nacionales incurran en faltas de este tipo durante las operaciones de paz (Luedke,Chloe y Rodriguez 2017, 2).  

De acuerdo al reporte, la violencia sexual relacionada con el conflicto armado se entiende bajo dos parámetros, (1) como un arma de guerra y (2) como una violencia sexual oportunista. La violencia sexual como táctica de guerra se entiende como el acto de agredir sexualmente a un grupo de personas o comunidades para alcanzar objetivos políticos y militares e infundir miedo en la población en general. Recientemente, se ha reconocido que la violencia sexual en un contexto de conflicto o postconflicto puede ser parte de una estrategia de limpieza étnica o una forma tortura y humillación para frustrar la participación política de las mujeres (Luedke,Chloe y Rodriguez 2017, 3).

La violencia sexual oportunista en tiempos de guerra, por el contrario se cree que proviene de motivaciones individuales, como la gratificación sexual, la venganza y la búsqueda de estatus, en los que el caos de la guerra permite a los perpetradores cometer delitos sexuales con impunidad (Luedke,Chloe y Rodriguez 2017, 3).

Para [1]Elisabeth Wood (2014)  CRSV no se entiende como táctica u oportunista, para ella, esta forma de violencia es una práctica que es tolerada, pero no ordenada directamente por los comandantes. Ella asegura que, para los combatientes tener una esclava sexual se vuelve una compensación por participar en el combate (Luedke,Chloe y Rodriguez 2017, 3).

El reporte señala que también el estudio del abuso y la explotación sexual (SEA) por parte de los agentes de paz se ha complejizado. Aunque el abuso y la explotación sexual se considera como un acto transaccional entre los agentes de mantenimiento de la paz y las poblaciones a las que sirven, cerca de la mitad de las denuncias abarcan delitos mas graves incluida la violación y el sexo con menores. Para Jasmine-Kim Westendorf y Louise Searle (2017) hay cuatro patrones para el abuso y la explotación sexual. 1) abuso sexual oportunista, 2) abuso planificado, 3) sexo transaccional, 4) abuso y explotación en red. Me hubiera gustado que el texto profundizara un poco más en la explotación en red, ya que considero que aquí se entrelazan tanto motivaciones individuales de poder como económicas.

Visto de este modo las motivaciones tanto de la violencia sexual (CRSV) como del abuso y la explotación sexual (SEA) abarcan tipos de comportamientos relacionados que refuerzan las desigualdades materiales y de género. En este sentido las autoras argumentan que ambas manifestaciones de la violencia sexual tienen mucho en común, por lo que es mejor estudiarlas dentro de un espectro que va, desde el comportamiento estratégico ordenado, hasta el comportamiento oportunista no ordenado (Luedke,Chloe y Rodriguez 2017, 3).  

De acuerdo al reporte, las causas de ambas formas de violencia, giran entorno al poder y tienen raíces estructurales como la desigualdad de género, el desplazamiento y la pobreza. Para las autoras, las respuestas políticas en ambos casos deben ir más allá del énfasis en la responsabilidad y deben centrarse en abordar las causas subyacentes como la  desigualdad de género y la vulnerabilidad política, social y económica de las poblaciones civiles (Luedke,Chloe y Rodriguez 2017, 2-3).

La investigación señala que hay conexiones entre la desigualdad de género y la violencia sexual y los conflictos armados. Las autoras enfatizan que los elementos que impulsan la violencia sexual en tiempos de paz también lo hacen en tiempos de guerra por lo que es claro que encuentran sus raíces en las inequidades de género preexistentes y algunas otras formas de violencia como el matrimonio forzado, la violencia doméstica y la violación marital (Luedke,Chloe y Rodriguez 2017, 3-4). Esta relación que existe entre la desigualdad de género y la propensión a la violencia la hemos observado en instumentos como el índice de paz y seguridad de las mujeres, sin embargo no deja de ser interesante observar como la cultura de desigualdad que se genera a nivel estatal se exporta através de los cascos azules y se reproduce en forma de violencia sexual en contra de poblaciones vulnerables.

La desigualdad material, de acuerdo a las autoras, vuelve a los civiles más vulnerables a ataques por parte de grupos armados ya que estos buscan satisfacer sus necesidades básicas como alimentos y refugio. Paralelamente  los casos de abuso y explotación sexual (SEA) revelan que la desigualdad material y de género de igual forma colocan a la población local en un nivel de vulnerabilidad mayor frente a los agentes de paz quienes se aprovechan del caos para intercambiar servicios sexuales a cambio de protección y apoyo material (Luedke,Chloe y Rodriguez 2017, 4).

Las autoras señalan que existe una relación muy interesante en los casos de abuso y explotación sexual donde se observa que, a niveles más altos de igualdad de género en los países de origen de los agentes de paz, hay mucho menos denuncias de este tipo de prácticas criminales. Esta evidencia, señala el importante papel de la desigualdad de género al influir en las conductas sexuales  abusivas por parte del personal de mantenimiento de la paz en el extranjero (Luedke,Chloe y Rodriguez 2017, 4).

Siguiendo esta lógica, las autoras señalan las siguientes recomendaciones para abordar ambas expresiones de la violencia (Luedke,Chloe y Rodriguez 2017, 4):

·       Atender los factores estructurales, que derivan en relaciones de poder desiguales, como la desigualdad de género, el desplazamiento, la pobreza y las carencias económicas lo cual permitirá reducir la vulnerabilidad de las poblaciones civiles.

·       Promover la igualdad de género en los propios países que contribuyen con tropas para las operaciones de mantenimiento de la paz

·       Aumentar el número de mujeres en las operaciones de mantenimiento de la paz y agencias humanitarias

·       Dar acceso a los civiles a recursos de justicia para la reparación por violencia sexual.

·       Dejar de tolerar la violencia sexual y regresar, a los comandantes de grupos armados y jefes de batallones de mantenimiento de paz, la responsabilidad por las acciones de quienes están a su cargo.

Después de haber leído este reporte comprendí la importancia de estudiar la paz desde distintos enfoques, ya que si solo tomáramos en cuenta los pilares de la paz para establecer una especie de prevención a la violencia sexual en contextos de conflicto, estos se quedarían cortos para explicar el fenómeno. En primer lugar, los pilares de la paz no contemplan la igualdad de género como una condición que debe de existir para que no haya violencia. Si bien, los pilares si contemplan la existencia de factores estructurales como la pobreza, la aceptación de los derechos de los demás — en este caso, el acceso a la justicia por parte de las víctimas— y la corrupción, sin una dimensión de género que evalúe los móviles de poder que se justifican a partir de la construcción social del género es imposible desarollar mecanismos de prevención eficacez para prevenir la violencia sexual de cualquier tipo en contextos de guerra ya sea perpetrados por civiles o por agentes para el mantenimiento de la paz.


[1] Jean Wood,Elisabeth. 2014. “Conflict-Related Sexual Violence and the Policy Implications of Recent Research,” International Review of the Red Cross 96, no. 894 (2014): 457–78.

Comentarios