La mordida

Por: Michelle Kawa. Publicado en El Sol de México el 16 de octubre de 2020

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En México, “mordida” es un eufemismo ampliamente utilizado para referirse a “un pequeño soborno”. Si bien se cuestiona el origen de este uso termino, probablemente la explicación más recurrente que aluden los mexicanos es que los oficiales de policía y otros funcionarios públicos son vistos como perros, en busca de un ciudadano para “tomar un bocado de”. Según datos reportados por la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental, en el 2019 el monto nominal del costo promedio de una mordida fue de $3,822 y el costo total a consecuencia de la cprrupción en México fue de 12,770 millones de pesos.

Es significativo que varios estudios (Morris, 2003; Bailey y Paras, 2006; Baez-Camargo, 2018) hayan encontrado que la mordida es la única práctica identificada consistentemente por los mexicanos como vinculada directamente a la corrupción. Hay varias razones por las que ésta práctica se encuentra generalizada en México, condicionada previamente por reglas y aplicación inconsistente, explotación y elaboración extorsiva de las mismas, y la falta de valores morales y éticos por parte de las autoridades y también de los ciudadanos.

Primero, la mordida es ampliamente vista como necesaria debido a la percepción de que las leyes y regulaciones mexicanas son tan difíciles de cumplir que la gente siente que no le queda más remedio que encontrar un arreglo extralegal. El efecto general de estos patrones es crear una sensación de imprevisibilidad cuando los ciudadanos se relacionan con los funcionarios públicos. No es sorprendente que en algunos casos los ciudadanos recurran a una mordida como acción preventiva para evitar procedimientos que consumen mucho tiempo.

Segundo, la mordida también puede tomar la forma de un acto coercitivo directo. Quizás el ejemplo más común de esto involucra a los agentes de la ley que amenazan con consecuencias severas por infracciones de tránsito. La mordida, entonces, se ofrece a menudo por temor a las consecuencias que le ocurrirían al individuo si no lograra «apaciguar» al oficial. En tales casos, el acto de la mordida surge de la percepción de que los agentes del orden pueden cometer abusos de poder con impunidad.

La mordida sin duda es un es un claro repetido disruptor de la paz, ya que perpetúa que en cosas pequeñas y cotidianas haya corrupción. La mordida probablemente representa la encarnación más palpable de un sistema político corrupto para los mexicanos promedio que, en parte debido a un sentido de vulnerabilidad frente a las autoridades públicas y en parte debido a la falta de confianza en los mecanismos legales formales del estado, recurren a esta práctica para obtener soluciones a sus problemas cotidianos.

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