Bacilo, María. 2018. “Mujeres en reclusión, víctimas de la exclusión social y familiar” Proceso. https://bit.ly/2LftTcG
*Esta es una síntesis anotada realizada por CIPMEX sobre el texto arriba referido*
El artículo indica que las mujeres que se encuentran en prisión, son excluidas socialmente y también de sus familias. Según la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), el 80% de las mujeres recluidas en los Centros Femeniles de Reinserción Social de Santa Marta Acatitla y Tepepan no reciben ninguna visita (Bacilo 2018, pa.2). Esto mismo se demostró en un informe de la Subsecretaría del Sistema Penitenciario de la Ciudad de México, donde indica que el 70% de la población femenil se encuentra en abandono total, aunque solo el 12% de las internas no tienen registrado a ningún familiar o conocido (Bacilo 2018, pa.3). Algo interesante que resalta el artículo es que este fenómeno de abandono no sucede con los hombres en prisión, ya que 9 de cada 10 varones reciben visitas de sus familiares (Bacilo 2018, pa.4). En la más reciente investigación de CIPMEX se confirmó este patrón de abandono por parte de familiares y amigos a las internas. Dicho patrón es parte de la violencia estructural mexicana. Algunos comentarios de las entrevistadas fueron «los amigos se acaban cuando entras a la cárcel».
Jimena Candono (directora de Reintegra) indica que este fenómeno sucede porque a las mujeres no se les perdona haberse equivocado, y por cuestiones de género. La afirmación de Candono se relaciona con la investigación teórica hecha por CIPMEX donde, Salinas Boldo (2014) menciona que las mujeres son las que mantiene la moralidad, por ende al cometer algún delito rompen con esa concepción. Asimismo, Giaomello, Blas y Errengerena (2018) realizaron una investigación donde su principal hallazgo fue que los jueces son más duros con las mujeres que con los hombres, ya que no cumplen con el papel de «buena mujer». Nuevamente, es una cuestión de género. Candono también indica que esta exclusión social, disminuye su posibilidad de reinserción (Bacilo 2018, pa.6-7). Esta última es parte de la construcción de paz, ya que este proceso es el que facilita que al salir las mujeres de la cárcel no vuelvan a caer en actos ilícitos y se genere más violencia. Es decir, es el acto que corta el patrón.
El artículo cuenta la historia de Karen Ivette Martínez Días, una interna del Centro Femenil de Reinserción Social Tepepan en la zona psiquiátrica, donde se encuentra en aislamiento y abandono total (de la población del interior como del exterior). Lo más importante de la historia de Karen es que: (1) Existe poca posibilidad de que logre recuperar su libertad una vez cumplida su condena, ya que uno de los requisitos legales para que una mujer con trastorno psicosocial alcance la libertad es la presentación y firma de un tutor (Bacilo 2018, pa.15). (2) La reportera visitó siete meses el Centro Penitenciario y sólo en tres ocasiones vio a Karen fuera de su celda. A pesar de que en más de una ocasión se pidió autorización al personal de custodia para que la dejaran participar en actividades grupales, el permiso nunca llegó (Bacilo 2018, pa.18). Este punto fue comprobado por la última investigación hecha por CIPMEX y también forma parte de la violencia estructural mexicana. Varias internas hicieron referencia a que las autoridades no llegan, no reciben notificaciones de sus casos o sus expedientes no avanzan.
Otro punto que el artículo trata es sobre la atención médico en la zona psiquiátrica, donde menciona que sus 35 internas están bajo tratamiento médico que no siempre es óptimo por la falta del personal médico, y que las reclusas difícilmente logran conseguir cita con el especialista en turno (Bacilo 2018, pa.20). Este patrón también fue confirmado en la investigación sobre reclusorios femeniles elaborado por CIPMEX, donde la falta de necesidades básicas (agua, comida, falta de espacio, atención médica, etc.) fue recurrente entre las participantes.
*Si desea leer el texto original del autor referido, puede consultar este enlace: https://bit.ly/2LftTcG