Por qué los últimos 10 años de la vida estadounidense han sido excepcionalmente estúpidos

Haidt, Jonathan. 2022.“Why the Past 10 Years of American Life Have Been Uniquely Stupid”. The Atlantic.11 de abril https://bit.ly/3pn5vuX

*Esta es una síntesis anotada realizada por CIPMEX sobre el texto arriba referido* 

Jonathan Haidt es un psicólogo social estadounidense que en su artículo “Por qué los últimos 10 años de la vida estadounidense han sido increíblemente estúpidos” argumenta la manera en la que las redes sociales están causando una disfunción política en los Estados Unidos.

El argumento principal de Haidt es que las redes sociales influyen en nuestras dinámicas sociales de una manera en la que perdimos la confianza unos con otros. Sabiendo que cualquier comentario puede ser altamente admirado o brutalmente ridiculizado, dejamos la autenticidad a un lado y aprendimos a comunicarnos de la manera en la que más “likes” obtengamos, o mejor respuesta de los demás. El algoritmo funciona para acercarnos a quienes piensen de manera similar y nos “premien” de nuestras acciones  en las redes, alejándonos simultáneamente de las personas con distintas ideas e ideologías a las nuestras. En términos psicológicos, nuestro cerebro se va configurando en aprendizajes de con qué publicación fuimos “premiados” y con cuales fuimos “castigados”, lo que hace que lo que empezamos a publicar sea pensando en la respuesta exterior y no algo que verdaderamente demuestre nuestra auténtica forma de ser o pensar. Por otro lado, algunos estudios demuestran que las publicaciones que desencadenan emociones, especialmente el enojo, son más probables de ser compartidas (Haidt, 2022, pa. 18). Por eso es común encontrarnos en Twitter, Facebook o demás a dos grupos con posturas distintas comunicándose de forma hostil entre ellos. Es así como las redes sociales amplifican la polarización política, fomentan el populismo (especialmente el de la derecha), y facilitan la proliferación de la desinformación. Todo esto atenta contra la democracia ya que al dejar de confiar en nosotros, dejamos de confiar en nuestras instituciones, y es precisamente la confianza en las instituciones y las historias compartidas lo que mantiene unida a una democracia diversa y secular como lo es los Estados Unidos (Haidt, 2022, pa. 13).

Esto representa un problema grave para la construcción de paz porque las redes sociales han evolucionado de una manera que tienden a fomentar la división y el conflicto, más que la comunicación. Para que haya la resolución de un conflicto, inevitablemente debe haber diálogo entre los grupos que permita acercarlos a puntos de encuentro con el cual lograr una negociación, pero esto se complica cuando ninguna de las partes está escuchando verdaderamente a la otra.

El hecho de que podamos premiar o castigar socialmente a las personas por sus acciones de manera más fácil debido a las redes sociales ha traído muchos beneficios, pero Haidt destaca tres maneras en las que también ha traído injusticias: en primer lugar, se ha demostrado que por lo mismo de que lo que se hace viral es lo que provoca nuestras emociones, son los provocadores y las personas hostiles quienes más difamación tienen en las redes sociales. En este sentido, podemos entender el éxito de Trump y su estrategia mediática y narrativa para ganar las elecciones de 2018 (Haidt, 2022, pa. 33). En segundo lugar, y que tiene que ver con el primer punto, las narrativas que más fama obtienen en las redes son las de los grupos más extremos (derecha o izquierda). Quienes se encuentran en medio de éstas líneas de pensamiento, son menos propensos a compartir sus desacuerdos por miedo a ser “cancelados socialmente” (Haidt, 2022, pa. 37). Esto crea uniformidad de pensamiento en cada uno de los grupos, alejándolos el uno del otro más que nunca. Finalmente, las redes sociales permiten a todos a administrar la justicia sin un debido proceso y sin vigilancia, lo que permite que se juzgue a las personas sin empatía ni medida. Como resultado, alguien puede ser humillado al punto de que cometa suicidio, o una persona inocente puede perder su trabajo (Haidt, 2022, pa. 39).

Como psicólogo social, Haidt argumenta que ni Mark Zuckenberg ni ninguna otra persona que se dedicó a hacer de las redes lo que son hoy en día sin entender la forma en la que éstas podrían llegar a moldear a la sociedad. El problema es que en vez de que sea un espacio donde las distintas ideas pueden converger, son las más “extremas” las que se viralizan y causan una reacción intensa por parte del grupo que piensa de manera contraria. No hay puntos grises, ni empatía. Y sin una persona que supervise las dinámicas, el encuentro en las redes ha llegado a ser muy hostil.

El título del ensayo se refiere únicamente a los últimos 10 años precisamente porque las redes sociales no comenzaron teniendo el impacto ni la influencia que han tenido a partir del 2009. En los noventas y principios del siglo XXI, las redes sociales servían para conectar con amigos, familiares y extraños de manera gratuita y al momento. Haidt explica que en esos tiempos se pensaba que el internet servía como una herramienta a favor de la democracia, por la manera en la que conecta a la ciudadanía global. Menciona que el internet con funciones como el traductor de Google y su manera de compartir culturas e ideologías con el resto del mundo, parecía que de nuevo las personas hablábamos un mismo idioma. El punto donde Haidt observa un cambio importante es en el 2009, cuando Twitter anuncia su botón de “retuitear” con el cual cualquier publicación de cualquier usuario se puede hacer viral. Con ese botón, seguido por el “Compartir” de Facebook en el 2012, las dinámicas del internet cambiaron: las redes sociales se dejaron de usar para fortalecer las relaciones y comenzaron a usarse de manera mediática (Haidt, 2022, pa. 17). Haidt insiste que antes de que nuestra sociedad, instituciones y sistema político llegue a colapsar gracias a las redes sociales, se debe rediseñar la democracia para adaptarla a la era digital. En este sentido, él propone tres categorías de reformas: fortalecer las instituciones democráticas para que puedan soportar el enojo y la desconfianza crónica, reformar las redes sociales para que sean menos corrosivas socialmente, y educar a la siguiente generación en la ciudadanía democrática de esta era (Haidt, 2022, pa. 69).

Haidt argumenta que no podemos regresar a una época como la que existía antes de las redes sociales, pero sí podemos reaprender a convivir entre nosotrxs, ponerle límite por medio de reformas a las redes sociales ya que han mostrado que nos controlan a veces más que nosotros a ellas, y sobre todo debemos volver a aprender a escucharnos y a ser empáticas con quienes piensan diferente. Es solo en un ambiente de empatía, apertura y diálogo donde nos podemos acercar a un mundo más pacífico. Las redes sociales han podido mucho con nosotros porque nadie se imaginó la influencia que tendrían en nuestras sociedades, pero ya que lo sabemos, podemos rediseñarlas de manera que sirvan de nuevo para unir y no dividir a las personas.

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