Por Andrea Muhech. Publicado en Cultura Colectiva el 2 de marzo del 2020. Enlace original: https://bit.ly/2S5lhKx
Desde que se detectó el Coronavirus en Wuhan, se ha tratado de prevenir el brote y de evitar que se transforme en una pandemia global. No obstante, a la par de la expansión del síndrome a decenas de miles de personas, otra epidemia se ha ido propagando por todo el mundo: la del racismo y el odio.
La sinofobia o el sentimiento anti-chino (y por miedo e ignorancia, anti todo lo que parezca asiático) que estamos atestiguando el día de hoy, no tiene tampoco fronteras y podría ser más peligroso e incluso alimentar la pandemia. Mientras los funcionarios de salud se esfuerzan por detener la segunda, nos corresponde a nosotros hacer lo mismo con la primera (Dabashi 2020).
Muchos pensarán que el argumento es exagerado y que algo “subjetivo” no debería de tener más peso que la objetividad de una enfermedad física, sin embargo, este racismo es alarmante y puede escalar. Veamos algunos ejemplos internacionales de lo que está sucediendo: los restaurantes en distintos países como Corea del Sur, Japón, y Vietnam ya no aceptan chinos en su interior; en Indonesia hay marchas para que los huéspedes chinos se salgan de los hoteles; en Francia y Australia los medios de comunicación contienen encabezados racistas; en Malasia y Singapur se están firmando peticiones para que los nacionales chinos no entren a sus territorios; en Japón los chinos ya son “bioterroristas”; y en general, asiáticos (no sólo chinos porque hasta en eso generalizamos) por todo el mundo se quejan del desprecio que están sufriendo (Dabashi 2020) (Wong 2020). La situación es ridícula ya que en cualquier rincón del planeta se puede iniciar una pandemia. Los virus no tienen ni raza, ni sexo, ni religión, ni género, ni clase. Ahora bien, es inevitable tener miedo y es natural tomar precauciones, pero hay que aprender a separar. Estamos en un punto en el que todas las crisis son un posible detonante de odio hacia poblaciones enteras gracias a la generalización y eso es mucho más preocupante aunque no siempre acabe con las vidas de individuos (aunque en sus más altas consecuencias sí lo hace).
Veamos rápidamente la pirámide del odio de la Liga Antidifamación para ilustrar lo anterior (ADL 2018):
La imagen muestra comportamientos humanos prejuiciosos o sesgados que se van agravando y volviendo más complejos de abajo hacia arriba. Aunque los hechos en cada sección tienen un impacto negativo en los individuos y los grupos, a medida que uno se mueve hacia arriba de la pirámide, estos tienen consecuencias más peligrosas que incluso terminan con la vida. Por otro lado, los niveles superiores están apoyados en los bajos, lo que significa que si las personas o instituciones tratan los comportamientos en las partes más bajas como si fueran aceptables o normales, el resultado es que los del siguiente nivel se toleren más hasta llegar a la última consecuencia que sería el genocidio (ADL 2018).¿A qué voy con todo esto? A que en este punto resulta crítico ponerle un alto al racismo porque silenciosamente se puede ascender a otros niveles. Lo que se muestra, además de ser completamente real, no tiene una “cura” como las enfermedades físicas, sino que es un fenómeno subjetivo y no tipificado aún que es por ende mucho más complicado de detener y mucho más nocivo.
Este mismo mes, Amnistía Internacional publicó un reporte de cómo el Coronavirus afecta los derechos humanos y nombró al racismo como una de las consecuencias (y eso que no subieron más en la pirámide). A muchos asiáticos se les está negando el derecho a la salud, a la libertad de expresión, y a la libertad de movimiento entre otros. Aunado a eso, se han reportado detenciones arbitrarias y crímenes de odio en contra de esa población. Por otro lado, las “fake news”, los memes y las burlas ya son parte del día a día. Resulta totalmente válido y necesario seguir protocolos de salud y de seguridad, pero no pasa lo mismo cuando se habla de generalizar y dañar a otro por un estereotipo construido (y agregado a los ya existentes) a partir de esta pandemia.
Al llegar a este punto también cabe mencionar que las enfermedades no se nombran a partir de la región en la que se originan (Dabashi 2020). No es el “Coronavirus de Wuhan”, así como nunca fue el “Síndrome Respiratorio del Medio Oriente” (MERS), o la “Gripe Asiática”, nombrar a los padecimientos con el área en donde se originaron es igual de absurdo y divisorio que si se identificara a las desgracias sociales de la misma manera, cosa que se hace. Los estereotipos negativos son una enfermedad social y desafortunadamente hoy si eres asiático para muchos eres un virus. El sesgo contra el que es diferente siempre se ha visto y se verá, sin embargo, no se debe permitir que esto se salga de control.
El Coronavirus se ha convertido en un término médico para una xenofobia y sinofobia globalizadasy también en un pretexto político para patear a China aprovechando la coyuntura. Sin embargo, resulta importante recordar que hay pandemias que se curan eventualmente y otras que no. Puede ser que no tengas Coronavirus pero podrías estar infectado de algo peor.
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