Kolbert, Elizabeth. 2017. “Why Facts Don’t Change Our Minds”. The New Yorker, febrero 19, 2017. https://bit.ly/2wNpdX2
*Esta es una síntesis anotada realizada por CIPMEX sobre el texto arriba referido*
Este es un artículo periodístico que busca cuestionar la razón del ser humano. Sin embargo, la autora es poco detallista y a veces tiende a ser confusa en su redacción. El artículo de Kolbert está divido en dos partes, la primera es la parte histórica, mientras que la segunda es la teórica.
En la primera parte, la autora es poco clara y existe una falta de datos importante como cuáles son los nombres de los estudios, cuál es la pregunta de investigación, cuántos estudiantes fueron evaluados y cuáles fueron las respuestas de los entrevistados, por lo cual, la validez de los estudios se ve comprometida; asimismo, dicha escases no me permitió encontrar las investigaciones en su versión original. Kolbert menciona dos estudios seriados, por lo que, son iguales en objetivo, metodología y resultados; ambos elaborados por un grupo de investigadores de Standford (Kolbert 2017, pa. 1-8), el primero fue en 1975 y el segundo en los años noventa. El objetivo fue medir las respuestas de los alumnos de la misma universidad para conocer su manera de pensar cuando decían que alguna situación era correcta o incorrecta, así como analizar si su razonamiento había sido racional. La metodología fue cuantitativa y cualitativa, la cual se basa en darles cierta información a los participantes, éstos tenían que decir cuál dato era verdadero y cuál era ficticio con la información que se les brindaba, posteriormente se les decía que era un engaño y que dijeran cuál era su creencia al respecto de manera justificada. Como resultado, las respuestas de los alumnos tendían a la generalización y sus justificaciones se basaban más en sus creencias que en la evidencia dada. Por lo tanto, no era un razonamiento racional, sino subjetivo. Se puede unir con el estudio de Allport acerca de que el ser humano tiende a generalizar y clasificar la información, aunque ésta sea escasa. Asimismo, otros académicos posteriores, han concluido lo mismo: las personas que parecen razonables a menudo son totalmente irracionales.
En la segunda parte del artículo, la autora busca contestar la pregunta: ¿cómo el ser humano llega a ser así? Para responderla, utilizó tres libros psicológicos relacionados con la razón, cuyos argumentos son comprobados mediante experimentos científicos. En general, el ser humano construye su respuesta con la información recibida, sin embargo, cuando se exponen una nueva perspectiva o nueva información entonces puede existir un cambio en el pensamiento. Por lo tanto, lo que se concluye es que la razón se construye con una base cognitiva y otra social, es decir, de cómo el ser humano interactúa con su entorno y de la información que obtenga de esta acción. Los tres libros son:
- El libro “The Enigma of Reason” de Hugo Mercier y Dan Sperber (Kolbert 2017, pa. 9-20). Los autores argumentan por medio de una combinación convincente de la vida real y la evidencia experimental que la razón no está orientada al uso solitario. Lo que hace la razón, más bien, es ayudarnos a justificar nuestras creencias y acciones ante los demás, convencerlos a través de la argumentación y evaluar las justificaciones y los argumentos que otros nos dicen. Por lo que, la razón se desarrolló para resolver los problemas de convivencia y poder colaborar en grupo. Eso puede justificar el por qué las negociaciones tienen éxito, ya que es un convencimiento de ambas partes que pueden encontrarse en un punto medio que sea mutuamente conveniente.
- El libro de Steven Sloman y Philip Fernbach llamado “The Knowledge Illusion: Why We Never Think Alone” donde se argumenta que la sociabilidad es la clave de cómo funciona la mente humana (Kolbert 2017, pa. 21-31). Su estudio fue realizar entrevistas a un grupo de estudiantes de la Universidad de Yale y cuestionarlos acerca de cómo funcionaban los inodoros. Como resultado se descubrió que el ser humano cree que sabe más de lo que realmente sabe. Asimismo, se comprobó que cuando la pregunta se hace en grupo, la colaboración hace que se pierda la barrera de lo que sabe cada uno de los integrantes, provocando que la actividad sea exitosa y se genera nuevos conocimientos. Esto se debe a que el ser humano confía en las experiencias de aquellos que lo rodean. Esto se podría justificar el porqué las personas tienden obtener la información de su propia experiencia y la de los otros como se comprobó en nuestros estudios en sus diversas fases. Para el 2014, los autores trasladan su argumento al sector político, ya que mencionan que cuando no se tiene la información sustentada es mejor no opinar al respecto, ya que se puede generar desinformación porque el ser humano tiende a confiar en la experiencia del otro sobre el tema a pesar de que el otro no sea un especialista.
- “Denying to the Grave: Why We Ignore the Facts That Will Save Us” de la Universidad de Oxford. Los autores Jack Gorman y Sara Gorman exploran la brecha entre lo que la ciencia nos dice y lo que nos decimos a nosotros mismos (Kolbert 2017, pa. 32-34). Su preocupación es por aquellas creencias persistentes que no solo son demostrablemente falsas, sino también potencialmente mortales, como la convicción de que las vacunas son peligrosas. Ejemplo actual, la desinformación de la vacuna de sarampión y que provocó un brote del virus muy importante en EUA. Los Gorman hablan sobre el sesgo de confirmación que tiene un componente fisiológico, ya que mediante experimentos se descubrió que las personas experimentan un placer genuino, o una oleada de dopamina, cuando procesan información que respalda sus creencias. Por otro lado, descubrieron que para proporcionar información importante a las persona es más efectivo apelar a las emociones que decir los datos simplemente. No obstante, utilizar el método afectivo es antitético para una ciencia sólida como es la medicina. Por lo tanto, los autores concluyen que el desafío es descubrir cómo abordar las tendencias que conducen a la falsa creencia científica. Es decir, realizar acciones desde la raíz para reducir las creencias falsas.
Como conclusión, la autora dice que estos tres libros confirman que no se puede confiar en los agentes racionales porque su postura tiende a fluctuar a partir de la información que se reciba del medio y sus creencias, de tal manera, que el pensamiento evoluciona y por ende la razón (Kolbert 2017, pa. 35). Existen otras teorías que afirman que el ser humano no es un ente racional las cuales son la economía conductual y la psicología conductual[1]. Asimismo, actualmente tenemos muchos estímulos (medios de comunicación tradicionales, redes sociales, experiencia de los otros, experiencia propia, etc.) que hacen más complicado generar información precisa y no información basada en las creencias propias.
La autora quiere trasmitir que el ser humano no es un agente racional, sin embargo, esta afirmación no puede ser generalizada, ya que otras teorías, como el liberalismo diría que el ser humano es racional porque piensa o actúa bajo el concepto costo-beneficio. Por lo tanto, no creo que sea una norma, sino una situación contextual, en la cual el pensamiento o la razón humana se moldeará para dar respuesta a lo que le demanda su entorno, ya que como dice el Modelo Holístico de la Paz[2] el ser humano es complejo y multifactorial.
[1] Irwin, Neil. 2018. “Two Words That Could Shape the Politics of the Trade War: Loss Aversion”. New York Times, Julio 13, 2018. https://nyti.ms/2NjRtGl
[2] Tanabe, Juichiro. 2019. “Exploring a holistic peace model for sustainable world”. Philosophy and Practice of Bioethics across and between Cultures, Japan: Eubios Ethics Institute. https://bit.ly/2VenDp9
*Si desea leer el texto original del autor referido, puede consultar este enlace: https://bit.ly/2wNpdX2