De acuerdo con un artículo publicado por Forbes, migrantes LGBTIQ+ de Latinoamérica buscan refugio en la frontera sur de México ante el regreso de Donald Trump a la presidencia de EU, donde sus políticas y discursos han afectado los derechos de la diversidad sexual, mencionaron activistas.
El artículo menciona a Jorge Delgado, ecuatoriano atendido en Casa Frida, Tapachula; principal refugio ciudadano para migrantes LGBTIQ+, quien dejó su país por discriminación y temor a los efectos de las políticas y retórica de Trump. Asimismo, Jorge Padilla reportó en El Sol de México que según el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio contra Personas LGBTIQ+, el 2024 ha sido el año más violento para esta comunidad en México, con 146 víctimas de delitos relacionados con orientación sexual o identidad de género.
Según el INEGI (2021), en México, de las 97.2 millones de personas mayores de 15 años, 5 millones se identifican como LGBTIQ+, es decir, el 5.1 %. De ellos, el 81.8 % por orientación sexual, el 7.6 % por identidad de género y el 10.6 % por ambas. Aunque no es una mayoría, ésta cifra supera la población de estados como Tlaxcala (1.3 millones), Nayarit (1.2 millones) o Campeche (casi 1 millón). Y sí, somos más que números, pero las estadísticas ayudan a dimensionar los problemas que enfrentamos día a día.
La violencia ha sido un problema constante en México, y en los últimos años se ha normalizado. Las malas noticias ya no sorprenden, y los intentos por erradicar la violencia y la impunidad siguen siendo mínimos. Por ello, debemos preguntarnos: ¿qué podemos hacer para exigir justicia, seguridad y paz? ¿Cómo construimos paz desde lo individual hasta lo colectivo? Aunque la lucha comienza por uno mismo, la unión es esencial. La conciencia, educación y reeducación son prioritarias. Informarnos debe convertirse en hábito.
La violencia se manifiesta de muchas formas. La homofobia y la transfobia son violencia de género. Es crucial identificar las microviolencias normalizadas, como expresiones como “no seas puto” o “eso es de gays”. Aunque para algunos sean insignificantes, para otros pueden ser dolorosas. Las palabras tienen peso.
Haber crecido en ambientes prejuiciosos no es excusa para violentar. La exposición a la violencia no justifica replicarla. El contexto influye, sí, pero la decisión de cambiar es personal. La deconstrucción es un acto de responsabilidad y una oportunidad para co-crear un mundo más justo.