Tómate un segundo… Piensa en aquella ocasión donde un comentario te puso a cuestionarte el entorno en el que te rodeas y la persona que eres. ¿Hiciste algo al respecto? ¿Alzaste la voz? O como muchos lo hacemos, simplemente te quedaste callado. Si esta fue tu respuesta, no te sientas mal, es algo normal y completamente cotidiano. Pero, ¿Está bien?
Estamos inmersos en un mundo donde la opinión diferente incomoda. No podemos señalar cuando algo es insultante ni salimos en defensa de aquellos que son señalados sin justificación alguna. Solemos hablar de todo lo que está mal en este mundo, pero hacer algo para cambiarlo, es una historia totalmente distinta.
Vivimos en una búsqueda por la paz, pero evitamos todo aquello que es necesario para alcanzarla. Discusiones, memorias dolorosas, e incluso desacuerdos, son algunos ejemplos de situaciones que por mal hábito nos rehusamos a enfrentar, ignorando el hecho de que recordar y dialogar es lo que nos ayuda a sanar.
Cuando se habla de paz, se piensa en la ausencia de conflicto; no vamos más allá de una sociedad donde las personas no estén en un constante peligro o donde los niños puedan salir a la calle sabiendo que regresarán sanos y salvos a su casa. ¿Esto es realmente la paz?
La paz es hacer memoria de las veces en las que se nos ha lastimado o hemos lastimado. Esta no se hace del silencio incómodo, sino del diálogo complejo. Hacer memoria nos da herramientas para darle sentido a lo que se ha vivido; transforma experiencias en el motor de cambio hacia una sociedad reconciliada.
Recordar heridas colectivas y tolerar las diferencias, hace que nos atrevamos a escuchar al otro. La paz no se pierde con gritos, sino con la falta de escucha. La memoria entonces nos ayuda a recomponer; es darle un nuevo sentido a nuestro actos.
Hemos perdido de vista que la tolerancia es la base para sostener el vínculo colectivo cuando un desacuerdo amenaza con romperlo; no es el silencio la solución. Día a día cancelamos, criticamos y castigamos. ¿Dónde está el verdadero diálogo? La verdadera escucha. ¿Por qué no podemos tratar al otro con dignidad cuando sus ideas son distintas a las nuestras? No se trata de estar de acuerdo ni de borrar las diferencias. El sentido está en atreverse a escuchar, respetar y recordar.
La paz no es un ideal lejano que requiera de un cambio en las masas para poder recibirla; basta con pequeños cambios cotidianos: escuchar y no ignorar, dialogar y no señalar, proponer y no imponer. Cuando entendamos que son esas cosas las que realmente importan, la paz no será el destino, sino una forma de caminar juntos.
16 de mayo, 2025