Por: Andrea Muhech, Coordinadora del Centro de Investigación para la Paz México, A.C.
Publicado por El Sol de México el 27 de septiembre de 2019. Texto original: https://cutt.ly/hecn7d9
Oaxaca, una de las entidades más desiguales y con mayor pobreza, se convirtió el miércoles en el segundo Estado después de la capital en despenalizar el aborto con 24 diputados de 41 votando a favor de la mujer (Reina, 2019). La interrupción libre del embarazo hasta las 12 semanas de gestación ya es un derecho a partir de que la medida entre en vigor el mes próximo y esto representa un ejemplo para todo el país al ir en contra de la marea de violencia estructural existente.
Galtung (1969), uno de los fundadores y protagonistas de la investigación sobre la paz y los conflictos sociales, clasifica la violencia en tres tipos y la ejemplifica con un iceberg: la directa es la punta, mientras que la cultural y la estructural se encuentran en la parte inferior de este. Es muy común toparnos con cifras alarmantes de violencia directa (física y verbal), ya que estamos hablando de la parte visible. Sin embargo, esa fracción es mucho más pequeña que la de abajo que no se ve y que se tendría que atacar prioritariamente si queremos ver un México más pacífico.
Ahora bien, cuando hablamos de las más de 9,000 mujeres (es importante tomar en cuenta que buena parte de la información o no existe o no se publica) que se someten a un aborto clandestino en Oaxaca cada año, las aproximadamente 20 mujeres encarceladas desde el 2016 por esa causa (el Código Penal del Estado estipulaba que eran de 6 meses a 2 años de prisión), y el hecho de que gracias a las complicaciones derivadas, el aborto sea la tercera razón de muerte entre las mujeres oaxaqueñas, estamos hablando claramente de violencia estructural que es la forma de violencia en la que las instituciones dañan a las personas privándolas de sus necesidades básicas (Galtung, 1969). El movimiento feminista le dio a Oaxaca el miércoles una patada a esa parte inferior del Iceberg poniendo a la mujer (invadida física, psicológica, económica, y sexualmente por la violencia estructural), primero y en el centro del debate y la toma de decisiones. Ahora, estas ya no tienen ni que viajar a la Ciudad de México ni arriesgarse en clínicas clandestinas.
Se ha tratado durante años que México avance y deje de ser de los 25 países menos pacíficos del mundo[1] por medio de estrategias para mitigar la violencia directa. ¿Por qué no complementar esos esfuerzos siguiendo ejemplos como el de Oaxaca que atacan la parte invisible (y mayor) a través de acciones concretas? Eso, y que un país no puede llegar a su mejor versión si las mujeres no participan igual, es lo que tiene que estar presente en el debate nacional.
@andreamuhechg