Por: Tania Naanous. Publicado por El Sol de México el 6 de marzo de 2020. Texto original: https://cutt.ly/qtlA0xl
Queridxlectorx: Mientras terminas de leer este artículo, una mujer o persona trans acaba de ser asesinada; si es un mal día, dos. Pero este asesinato lectorx, no es un asesinato cualquiera, no fue cometido por un monstruo, o un psicópata, fue cometido por un hombre común y corriente. Un hombre que creció en una sociedad sexista que permea en el territorio mexicano y alcanza una violencia sin precedente.
Comenzó con un chiste, luego un empujón, escalando hasta la violencia más extrema: un feminicidio. Los feminicidios son la punta del iceberg del problema que vivimos como sociedad, en la que estamos bajo un paraguas patriarcal que habitamos como sociedad involuntariamente.
Recuerdo cuántas veces he escuchado las frases: “no seas nena”, “ya te puedes casar”, “el hombre llega hasta donde la mujer quiere” de personas cercanas. Recuerdo cómo desde niña sentía que estaba condicionada a hacer y ser menos por el simple hecho de ser mujer. Me sentía atrapada, intentaba escapar de la jaula que a veces refiere el ser mujer. Pasó el tiempo y mi deconstrucción personal me llevó no solamente a salir de ella, sino a luchar porque nadie más estuviera en una.
Diario me pregunto cómo sería mi vida si hubiera nacido en un país en donde las mujeres fueran más libres. Todos los días me pregunto cuántas mujeres están siendo abusadas, torturadas o violentadas. Me pregunto qué es esta libertad por la que luchamos las feministas, si seguimos saliendo a la calle, sabiendo que en cualquier momento podemos no regresar.
Y no, queridxlectorx, no es lo mismo el asesinato de un hombre a manos de otro hombre, pero sí, hablemos de eso. Una parte de la violencia en México está concentrada por la manera en la que continuamos educando a que nuestros hijos sean salvadores y nuestras hijas princesas, condicionados por el maniqueísmo que representa el sexo y el género. La violencia de género termina por castigar a aquellos individuos que se salen de su rol, del deber ser. Simulan que nos matan por dejar relaciones abusivas y que nos violan por traer una falda o un escote. Culpando a todo menos a ellos mismos e ignorando la violencia estructural.
Por esto, el 8 de marzo saldremos a retomar las calles, a marchar por ellas, por las que ya no están, por las que nos hacen falta. Salimos a marchar por tener un país más incluyente; una sociedad más despierta, más consciente y menos violenta. Salimos a marchar para poder soñar con un país en donde podamos dejar de enterrar a niñas y mujeres y podamos comenzar a verlas crecer.
Salimos a marchar para poder soñar, con que algún día dejemos de marchar, para que nos dejen de matar.
@tania02nan