La constante que nos acompaña todos los días de nuestras vidas es la toma de decisiones. Desde las más triviales, como qué ver en la tele o qué cenar, hasta aquellas que pueden cambiar por completo el rumbo de nuestra vida, como dónde elegimos vivir. En las últimas semanas, los medios nos han bombardeado con el “efecto Trump”, un fenómeno que ha llegado a cada rincón de la información y ha presionado a gobiernos, sociedades y países a tomar decisiones apresuradas.
México, ha tenido que prepararse para enfrentar un fenómeno latente en nuestra sociedad: la migración. Lo que distingue esta ocasión es que aún no sabemos cuál será su magnitud ni en qué proporciones se presentará. A diario escuchamos sobre los esfuerzos de los estados fronterizos, que se apresuran a acondicionar refugios y centros de recepción, desarrollando estrategias para hacer frente a lo que puede ser un incremento de la migración derivado de las nuevas políticas antimigrantes impulsadas por la administración Trump.
Según la Organización Internacional para las Migraciones, en 2020 había en el mundo 281 millones de migrantes, es decir, el 3.6% de la población mundial. Sin embargo, este artículo no busca abrumar con cifras y estadísticas, sino visibilizar lo que está detrás de esos números: historias de vida. Cada migrante representa una narrativa, un camino, una decisión tomada con dolor, esperanza o desesperación. Para que esa cifra exista, hay 281 millones de historias personales que explican por qué esas personas decidieron dejar sus hogares. Y como sabemos, muchas de esas decisiones fueron forzadas por la búsqueda de un futuro mejor o por la necesidad de encontrar seguridad.
Como segunda generación de migrantes, puedo ver en los ojos de mis abuelos esa sensación de no pertenecer completamente ni aquí ni allá, la nostalgia por lo dejado atrás y el orgullo por lo que construyeron en esta nueva tierra. Veo en mis amigos migrantes la soledad, que aunque se encuentran en un lugar “mejor”, enfrentan el dolor de estar lejos de su gente, de no compartir celebraciones familiares, de no poder disfrutar de las pequeñas cosas cotidianas que forman parte de su identidad.
La migración es un fenómeno natural en la experiencia humana, pero, en un momento donde se encuentra en el centro del debate público, no debemos olvidar que detrás de cada migrante hay una historia que muchas veces conmueve hasta el alma. Visibilizar estas historias es crucial para que el tejido social no se rompa, para que no olvidemos a los que llegaron ni a los que se fueron. Que sus relatos no caigan en el olvido, y que encuentren un suelo fértil donde puedan florecer, en cualquier rincón del mundo en el que decidan echar raíces