El orgullo de ser migrante

Por Thali Kleinfinger

Desde la semana pasada, el condado de Los Ángeles enfrenta uno de los incendios más grandes y devastadores en la historia de California, intensificado por los fuertes vientos que dificultan su contención. En medio de la tragedia, una inesperada ayuda ha surgido: decenas de jornaleros migrantes han formado brigadas para remover escombros, desbloquear vías de acceso y retirar árboles caídos.

Estos jornaleros se unieron a la causa a pesar de que el presidente electo, Donald Trump, ha reiterado que uno de sus primeros mandatos será firmar la deportación más grande de la historia de los Estados Unidos. Pero para ellos, realizar esta labor representa “el orgullo de ser migrante”, además de que es una respuesta a la retórica de Trump (Animal Político, 2025).

Estos brigadistas afirman que es un acto de amor hacia su comunidad y por eso no piden nada a cambio, ya que, en sus palabras, “tal vez la entrada o la calle que estemos limpiando sea la de una persona que se ha dejado contaminar por la retórica antiinmigrante de Donald Trump, pero eso no nos interesa porque un país se construye con actos de amor, no con odio” (Animal Político, 2025).

Y, aunque en California los migrantes ayudan con amor a su comunidad, el 11 de enero inició una huelga laboral de migrantes mexicanos que buscan demostrar, al ausentarse del trabajo por una semana, el impacto de su fuerza laboral en Estados Unidos. Esta iniciativa resalta la importante contribución económica de los migrantes, quienes desempeñan un rol significativo en sectores clave como la agricultura, la construcción y el servicio doméstico, evidenciando así, la dependencia del país en su trabajo.

Estas acciones reflejan el orgullo migrante, que, a pesar de violencias y estigmas, pueden poner la cabeza en alto y, decir: “Soy migrante y amo a mi nuevo país”. Los actos de amor y solidaridad, como los que presenciamos, son esenciales para iniciar un diálogo renovado entre ambas partes de un conflicto avivado por la retórica del nuevo presidente.

El compromiso de los migrantes con las comunidades que los acogen contrasta con las narrativas de odio que buscan dividir. Porque ser parte y sentirse parte de una comunidad es uno de los elementos esenciales para la paz. Parafraseando a Hannah Arendt, es solamente cuando se comparte un lugar geográfico en común y ambas partes están dispuestas a realmente compartir el espacio y a reconocer los derechos del otro que la paz puede ser posible.

En un momento de crisis, los migrantes nos enseñan que los actos desinteresados son un recordatorio poderoso de lo que significa pertenecer y construir un futuro colectivo, se necesitan más de estos actos desconsiderados y valientes para apaciguar la fuerza devastadora del fuego de Trump.

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