Por: Michelle Kawa.
Publicado en El Sol de México el 12 de julio de 2019. Enlace original: https://bit.ly/2NPGvwk
El ser humano siempre ha sido un ser social que se encuentra en constante movimiento produciendo cambios en su vida cotidiana y en su entorno natural. Esto ha ocasionado que se generen situaciones de desacuerdos entre diferentes individuos y/o grupos. Para atender estas diferencias, la bioética se presenta como una alternativa y da respuesta a cuestiones relacionadas con la diversidad moral, con promover un diálogo basado en el respeto, y con la tolerancia como un nuevo valor emergente.
La bioética según Tom Beauchamp y James Childress (1985), debe ser entendida como el estudio sistemático de la conducta humana en el área de las ciencias de la vida, en cuanto que tal conducta se examina a la luz de los valores morales y de principios éticos. En la actualidad la bioética abarca no solo los aspectos tradicionales de la ética médica, sino que incluye la ética ambiental, los debates sobre los derechos de las futuras generaciones, el desarrollo sustentable, y la convivencia en sociedad.
Hoy, encontramos que nuestras sociedades tienen una conformación diversa y que buscan su crecimiento tomando en cuenta no solo factores económicos o políticos, sino también éticos. Gracias a ello, hemos visto una multitud de modificaciones que han llevado a nuevas exigencias, como la defensa de los derechos humanos, la expansión de los programas de desarrollo social, la promoción del ciudadano, el apoyo a personas con discapacidad, la conservación del medio ambiente, y el respeto a la diversidad.
A lo anterior debemos agregar los dilemas que se derivan del desarrollo de la ciencia y la tecnología. La intensidad, velocidad, alcance y profundidad de sus incidencias sociales tienen un impacto en todos los niveles y aspectos de la sociedad. Algunos ejemplos de estos dilemas podrían ser la manipulación genética, el uso de alimentos transgénicos, o el desarrollo de la inteligencia artificial. Así, la relación bioética-sociedad nace de la necesidad de que el conocimiento científico y tecnológico sirva para construir el bienestar de la humanidad.
En ese sentido, Beauchamp y Childress (1985) argumentan que las sociedades modernas han dejado de concebirse como un conjunto homogéneo de personas, para dar paso a conglomerados que se caracterizan por la diversidad de concepciones del mundo y de los elementos que lo integran. Por ello, la sociedad se enfrenta al reto de ser inclusiva, democrática y plural, pues el respeto y entendimiento de la visión del mundo desde la óptica del otro puede ser una vía que nos garantice el avance y la permanencia de nuestra vida en comunidad.