Por Andrea Muhech. Publicado en Cultura Colectiva el 18 de mayo del 2020. Enlace original: https://bit.ly/2AQaGxv
¿Por qué en este momento el rincón que fungió como salvación para que cientos de personas no murieran en el Mediterráneo es el nuevo destino de supremacistas blancos, nazis, e islamofóbicos entre otros? ¿Quién diría que la isla que se volvió un ejemplo internacional de acogida en 2016 se iba a convertir en un escenario para la extrema derecha? ¿De verdad estamos hablando de la cuna de dos de los nominados a los premios Nobel en 2016 por dedicarse a rescatar refugiados?
La isla de la que te hablo es Lesbos, en Grecia, y si ves un mapa, está más cerca de Turquía que del país al que pertenece.
El tema tiene mucho pasado, sin embargo, te voy a explicar un poco para darte contexto (la meta, es que puedas emitir una opinión propia al final de leerme). Una de sus raíces más directas se encuentra en la crisis de refugiados del 2015 que llevó a la Unión Europea y a Turquía a firmar un acuerdo de cooperación en el 2016.
En el 2015, más de 850 mil refugiados, casi todos sirios, cruzaron el Egeo entre Turquía y Grecia para buscar asilo en la Unión Europea. Esa crisis se recordará por siempre gracias a los eventos lamentables que sucedieron como la muerte de cientos de miles de personas en el camino y por el colapso internacional de la solidaridad que afectó y afecta hasta ahora las vidas de miles de individuos. En ese momento, Europa básicamente se quebró y no pudo manejar la crisis. Esto provocó graves consecuencias políticas y sociales, entre estas, el aumento de la retórica de extrema derecha y el daño en la cooperación entre los estados miembros y a sus valores como la tolerancia y el respeto a la dignidad humana. Fue en esa época cuando las llegadas a Grecia (islas de Lesbos, Kos y Samos) se tornaron interminables (Serdaroglu, s/f).
Ahora bien, el trato fue que todos los inmigrantes ilegales que llegaran a Grecia después del 20 de marzo del 2016, independientemente de sus nacionalidades, serían enviados de regreso a Turquía. Por otra parte, por cada ciudadano sirio enviado de regreso desde Grecia, un sirio registrado en un campo de refugiados en Turquía sería reasentado en la Unión Europea de acuerdo con un mecanismo “uno a uno” seguido de un esquema de admisión en donde los estados miembros admitirían a más personas. Además, la UE se comprometió a transferir 6 mil millones de euros a Turquía para el manejo de refugiados y Turquía limitaría los cruces a Grecia y se haría cargo de esos refugiados durante un tiempo indeterminado (Serdaroglu, s/f). Ese tratado, se convirtió en un arma política de presión para Erdogan (presidente turco) ya que los refugiados no eran ni son su único interés.
El punto es que a principios de este año, el régimen de Bashar al Asad (presidente de Siria, que lleva años en una guerra que fue de las causas de la crisis de refugiados), respaldado por Putin (Rusia), bombardeó Idlib (ciudad en el noroeste de Siria) y entre las víctimas hubo más de 30 soldados turcos. Esto, fue el detonante para que Erdogan materializara sus amenazas por falta de solidaridad de la UE y en la gestión de los 4 millones de refugiados sirios que alojan. Así que la noche del 27 al 28 de febrero de este año, Turquía levantó los controles que ha aplicado en sus fronteras marítimas y terrestres con Grecia desde el 2016 y miles de migrantes emprendieron su camino hacia Europa (entrando por las islas griegas) (Mandiraci 2020).
Desde ese entonces, los campos de refugiados de Grecia y en este caso Lesbos, pasaron de estar sobrepoblados y en muy malas condiciones a explotar (Moria, por ejemplo, tiene una capacidad para 3,000 y aloja a 20,000) y para julio, después de meses de tensiones, el gobierno ordenó remplazar los campamentos existentes con centros de detención cerrados. Muchos locales y refugiados, cansados cada uno de su situación, recibieron esta noticia como la gota que derramó el vaso y además de que las protestas subieron, la violencia existente aumentó (Fallon, 2020).
Lesbos es ahora un tema internacional gracias a su crisis humanitaria y lo peor es que ninguna de las partes quiere lidiar con la afluencia de migrantes. Por ende, llegar a un acuerdo no será fácil. En la isla podemos ver: al gobierno respondiendo bruscamente en contra de las personas que tratan de cruzar, tiendas de plástico con familias en su interior en la frontera, gente que no sabe qué hacer, locales ayudando recordándonos las escenas del 2016, otros construyendo muros de concreto para que los individuos no bajen de los botes, niños ahogándose en el mar, oportunistas, barcos que monitorean a los refugiados siendo incendiados, periodistas siendo golpeados, voluntarios de las ONGs siendo amenazados, y refugiados en tierra siendo violentados.
Ahora, además de los locales y externos y de la gran cantidad de temas relevantes de la crisis (que dan para escribir sin parar) ¿quién es otra víctima y a la vez un beneficiario de esto? La extrema derecha, y es un ángulo de análisis no muy popular.
Dentro de Lesbos y a lo largo y ancho de Europa (y del mundo con ideologías similares correspondientes a cada zona), hay cientos de identitarios quienes se sienten amenazados con la llegada de los refugiados. Además de muchas cabezas de esos grupos, se comenzaron a presentar a partir de marzo en la isla otras figuras como neonazis e islamofóbicos de diversas partes del globo en búsqueda de contenido (Fallon, 2020). Estos grupos son víctimas porque se les está “usurpando” el territorio y la cultura a su vez beneficiarios porque los conflictos de este tipo refuerzan su narrativa. Este material les sirve, entre otras cosas, para alimentar las pesadillas sobre el reemplazo de los suyos y como “caso de estudio” que prueba que “sus” tierras se están invadiendo y eventualmente se les arrebatarán. Todo ese contenido se puede encontrar en distintos medios de comunicación, discursos, y redes sociales y se puede rastrear si exploramos con detenimiento las publicaciones con los hashtags: #IStandWithGreece #Greece_under_attack
La extrema derecha (en este caso) está utilizando sus plataformas para tergiversar el sentimiento local como uno hostil hacia los refugiados. Esto en muchos casos es real y los locales, cansados de la grave situación, se polarizan. No obstante, generalizar siempre es un error y la realidad sobre la situación y la visión de la comunidad diversa de Lesbos y sobre los migrantes es más complicada de lo que como audiencia vemos. Cada uno tiene sus ideas, sus razones, y sus propias dificultades. Por otro lado, cada conflicto es producto de otro que estuvo presente en algún momento y que por el motivo que sea quedó irresuelto. Al leer las noticias, analizarlas, y opinar sobre estas, es importante tomar en cuenta todos esos factores para 1) no crear más polarización de la que ya hay, y 2) no convertirnos en caldo de cultivo para extremismos de cualquier tipo.