Hace unos años, hubiera sido absurdo relacionar a un artista de reguetón con la construcción de paz. Sin embargo, hoy Bad Bunny ha logrado que una nación entera se sienta orgullosa de ser de Puero Rico y que millones de latinos en el mundo desarrollen un sentido profundo de pertenencia.
Sus conciertos se han convertido en manifestaciones de identidad colectiva. Con su proyecto La Residencia de Bad Bunny, que generó una derrama económica de aproximadamente 713 millones de dólares (Rosales, 2025), el artista no solo celebró su éxito, sino que devolvió visibilidad y orgullo a su tierra. En un territorio atravesado por el colonialismo, la desigualdad y la migración, su música ha hecho lo que la política no: reconciliar a Puerto Rico con su identidad y proyectarla con orgullo hacia el mundo.
La socióloga y educadora por la paz, Elise Boulding, planteaba que la paz comienza en la cultura, en la manera en que las sociedades aprenden a imaginar y representar su mundo (Boulding, 2002). Para ella, la paz positiva consiste en aprender a convivir y a imaginar futuros no violentos mediante la educación, la creatividad y las expresiones culturales. Bajo este enfoque, el fenómeno de Bad Bunny puede entenderse como un imaginario de paz que propone Boulding. Un espacio donde las juventudes latinas pueden verse, escucharse y reconocerse desde la dignidad.
El cantante visibiliza la diversidad como una forma de libertad y fomenta empatía y convivencia, pilares fundamentales de la paz. Desafía estereotipos que históricamente han reducido la identidad latinoamericana a la marginalidad y la violencia. Además, su decisión de cantar en español, reivindicar su acento caribeño y celebrar sus raíces envía un mensaje político contundente: no puede haber justicia sin identidad cultural.
El fenómeno de Bad Bunny demuestra que la cultura es mucho más que entretenimiento: es un instrumento de transformación social. En cada escenario y en cada gesto público, construye una narrativa, un lenguaje común donde el orgullo reemplaza a la vergüenza. Su impacto económico en la isla evidencia también que invertir en cultura es invertir en resiliencia, desarrollo y cohesión social.
Como señalaba Boulding (2002), “no podemos construir un mundo que no somos capaces de imaginar”. En la música de Bad Bunny, millones de jóvenes encuentran precisamente eso: una Latinoamérica orgullosadonde la identidad se convierte en resistencia pacífica. Frente a la violencia y la desesperanza que ocurre hoy en el mundo, su mensaje nos recuerda que la paz también puede nacer del ritmo, de la creatividad y del acto de atreverse a imaginar un mundo distinto. La paz también se baila.

