Joseph Galtung define la paz como “La capacidad de poder transformar conflictos con empatía, sin violencia, y de forma creativa”. No habla de tratados internacionales, ni de un cese al fuego, ni siquiera de la erradicación del conflicto.
Reconoce dos factores: la responsabilidad compartida que existe en la génesis de los conflictos y la interdependencia que demanda la resolución de estos. Aunque compartir este mundo con otros humanos implica la existencia de conflictos, no podemos vivir sin ellos.
Hemos sido empujados a creer que solamente nosotros podemos cuidarnos y ver por nosotros mismos. Cuando la realidad es que, si reconocemos y abrazamos nuestras interdependencias, nos damos cuenta de que no podemos vivir sin ‘los otros’ y tanto tenemos que cuidarnos a nosotros mismos, como tenemos que cuidar a los demás. Reconocer nuestra necesidad de dar y recibir nos da un sentido de nuestra humanidad en común y nos permite confrontar nuestro miedo humano compartido de fragilidad, en vez de proyectarlo a los demás.
Al entender la magnitud de nuestras interdependencias, nuestras prácticas se vuelven más empáticas, porque al cuidar de los demás, cuidas de ti mismo. Al internalizar estas prácticas, se entiende que nuestra participación activa en los procesos transformadores de nuestro mundo político es esencial para poder cuidar de ti y de los demás. Es decir, el cuidado y la paz son inherentemente activos y prácticos, y quien lo da y lo recibe no puede tener un rol pasivo; por lo que participar activamente en los procesos democráticos se convierte en un factor esencial para la construcción de paz.
Es importante empezar por el individuo y por la acción local. Hay que entender que nuestras acciones tienen un impacto en la realidad social en la que vivimos y, si pretendemos construir paz en una escala nacional o global, es fundamental que se empiece por el individuo, pero también por el entorno local que rodea a este individuo. Para poner la paz en el centro de todas nuestras estructuras sociopolíticas, primero tenemos que ponerla en el centro del individuo.
Nadie conoce mejor las necesidades de una localidad que sus propios habitantes, por lo que ningún tipo de ayuda externa va a tener mayor impacto que las iniciativas que nazcan desde el centro de las localidades. Porque estas nacen de las carencias que se viven en el día a día; de las dificultades que implica vivir en dicha localidad y responden a la gran desigualdad y la devastación ambiental que ha propiciado nuestro sistema. Todos compartimos una responsabilidad en la transformación de nuestros conflictos y sólo desde adentro se pueden solucionar. La solución depende de nosotros, no podemos esperar a que alguien más intervenga.
28 de marzo, 2025