Por Michelle Kawa: Publicado en El Sol de México el 29 de mayo del 2020. Enlace original: https://bit.ly/2XJcJLf
La definición transaccional de corrupción generalmente utilizada por varias organizaciones internacionales tiene cuatro componentes: (1) nunca es accidental, (2) siempre involucra un abuso de posición, (3) tiene que haber un poder confiado, y (4) ganancia privada. La acción implica una dicotomía firme entre las esferas pública/impersonal y privada/personal, y aquí radica la importancia de mantener a las dos instancias separadas.
El perfil de «corrupción» en las conversaciones sobre desarrollo ha crecido en los últimos años. En la esfera internacional, el compromiso de anticorrupción ocupa un lugar destacado en el trabajo de quienes buscan exponer la práctica bilateral y multilateral. En los países tanto desarrollados como en desarrollo, hay un enfoque creciente en la transparencia, la rendición de cuentas y el estado de derecho, elementos que son necesarios para construir paz. Según el Instituto para la Economía y la Paz (2020) existe una correlación directa entre corrupción y falta de paz, asimismo, afirma que una paz sostenida en México, requerirá mejoras institucionales de largo plazo con el objetivo de acabar o reducir la corrupción, la impunidad, y de establecer un sólido estado de derecho.
Elizabeth Harrison (2007), aborda las formas en que la corrupción ha ocupado un lugar central en la retórica y la formulación de políticas de desarrollo. Argumenta que es necesario perturbar los supuestos «dados por sentados» sobre qué es la corrupción y cómo funciona, es por ello que debemos generar un debate continuo sobre cómo varían los significados de la corrupción, y cómo se determina según las características sociales e idiosincrasias nacionales de quienes participan en diálogos sobre la misma.
Por ejemplo, en el caso de México, la corrupción es el aspecto más crítico al momento de hablar del freno en el progreso de la paz positiva. El Índice de Paz México 2020 señala que el pilar de «bajos niveles de corrupción» es el menos desarrollado del país. Sin embargo, la conciencia de los esfuerzos anticorrupción ha aumentado ligeramente en los últimos años. A pesar de esto, los mexicanos continuamos fijándonos más en la acción del gobierno para mantener parques e instalaciones deportivas que de reducir la delincuencia juvenil, la corrupción o el tráfico de drogas.
Para concluir, me gustaría utilizar el argumento de Italo Pardo (2004): “En cualquier sociedad, la corrupción es un fenómeno cambiante, algunos de sus aspectos y la moral recibida son culturalmente específicos y su conceptualización se ve afectada por el interés personal, los valores culturales y el estatus socioeconómico. En este sentido clave, la corrupción debe tratarse contextual y diacrónicamente”.
@CIPMEX