Escrito por: Marina Ortiz Lara. Publicado por El Sol de México el viernes 3 de marzo de 2023. Texto original: https://www.elsoldemexico.com.mx/analisis/carcel-se-escribe-con-paz-9705381.html
Cuando nosotros pensamos en nuestras cárceles, lo primero que llega a nuestra mente es este espacio en donde, finalmente, los criminales podrán ser castigados, pero hemos olvidado que el propósito de la cárcel es ser un espacio de reinserción social y, por lo tanto, una herramienta para la paz.
Nuestras cárceles están tan olvidadas que según México Evalúa (2020) en 10 Estados de la República las cárceles están a más del 100% de su capacidad, en donde solo 3 de cada 10 presos tienen una condena. Nos quejamos de la deficiencia del sistema de justicia, pero de acuerdo con Pérez Gavilán (2019) ignoramos que tenemos cárceles en México en donde hay 24 personas privadas de su libertad por custodio, así mismo Azaola y Pérez-Correa (2017) nos comparten que el 43% de los custodios considera que su vida es peor o igual a la de una persona privada de su libertad.
La teoría de Johan Galtung (2014) sobre la paz se enfoca en tres tipos de violencia que podemos ver en el contexto del sistema carcelario en México. Por un lado, la violencia directa que es evidente en las condiciones inhumanas en las que se encuentran los presos, en donde la reinserción social se vuelve impensable. Por otro lado, la violencia estructural se manifiesta en la falta de recursos para mejorar las condiciones de las cárceles y la falta de acceso a la justicia para los presos. Sin olvidar que la pobreza se criminaliza en México y esto finalmente se refleja en el tercer tipo de violencia: la violencia cultural, a través de la discriminación y estigmatización de las personas que han sido encarceladas.
En resumen, nuestro olvido por las personas privadas de la libertad y el sistema carcelario termina de perpetuar el círculo de violencia, que, aunque no es de manera directa, sigue siendo violencia. La paz es un fenómeno que se construye a través de nuestras interacciones y reconocer esto es regalarnos la oportunidad de hacer algo, de mirar dentro de esos lugares que tenemos olvidados.
Como ciudadanos, es nuestra responsabilidad reconocer el impacto que nuestros estigmas tienen en la creación de paz de nuestro país, desde las políticas públicas que se aprueban, los recursos que se invierten, hasta lo que exigimos a nuestro gobierno. Reconocer que nadie se despierta un día pensando en ser criminal es entender que llegar a ese punto implicó que como sociedad fallamos en cuidar los unos de los otros. Los invito no solo a reconocer el privilegio, sino a hacernos responsables y generar un impacto con él.