Por Mauricio Meschoulam. Publicado por El Universal el 26 de marzo de 2013. Enlace original: https://bit.ly/2WYWGri
México no está en paz y estamos afectados psicológica y socialmente por ello. Eso ya lo sabemos. Conocemos en mayor o menor grado la opinión de la gente acerca de los resultados de la estrategia implementada por el gobierno federal desde hace algunos años para combatir al crimen organizado. Sabemos que un número importante de personas ha alterado sus rutinas, ha modificado su cotidianidad. Por ejemplo, nuestras primeras investigaciones revelaron que uno de cada dos de nosotros preferiría mudarse de país si pudiera. No obstante, lo que buscamos comprender en una nueva investigación que ya se encuentra en curso es el proceso por medio del que estamos construyendo esas percepciones, entender cuál es el papel que hoy juega nuestra experiencia personal, nuestra conversación cotidiana, cuál es el papel que están jugando los medios de comunicación o las redes sociales, además de otros factores, en la manera como percibimos la violencia que nos rodea y en todo caso las posibilidades de paz hacia el futuro. Hoy comparto en el blog algunas reflexiones al respecto.
La teoría: construcción social de valores, percepciones y concepciones
Esta investigación parte de la base de que el ser humano no vive en aislamiento, sino en sociedad. Empleando autores clásicos como Piaget o Vygotsky, y textos más recientes como Assmann (2008), Stenmark (2009) o Fagan (2010), asumimos que las realidades que percibimos no son predeterminadas, sino socialmente construidas. No nacemos “sabiendo” el estado de las cosas, sino que lo vamos construyendo a partir de la interacción con nuestras familias, nuestras escuelas, nuestras iglesias, nuestras amistades, trabajos, medios, en fin, con nuestra sociedad. Gracias a dicha interacción, las colectividades conforman y comparten valores, normas, e ideas acerca de sí mismas o acerca del “otro”.
En ese sentido, la violencia o la paz no son realidades que pre-entendemos o pre-concebimos, sino que las vamos edificando a partir de nuestra interacción con el resto de nuestra sociedad. Es decir, si yo pienso que en México la paz es “imposible” porque el “mexicano es naturalmente violento”, ello no es porque nací “conociendo” esa “realidad”, sino porque he ido construyendo esa idea gracias a mi interacción con mi entorno social.
¿Qué papel están jugando hoy los diversos factores que nos rodean en nuestra edificación de las percepciones que hemos ido construyendo acerca de la violencia y las posibilidades de paz en el país? ¿Y de qué nos sirve saberlo?
Si usted ha leído este blog, podrá observar que buena parte del mismo se dedica a temas internacionales debido a mi formación de internacionalista. La investigación que comparto en la entrada de hoy, surge como parte de mi trabajo sobre temas internacionales, situaciones, estudios e investigaciones que se han efectuado en diversos países y en muy distintas clases de conflictos. Estamos aplicando parte de esa metodología a nuestro caso y permitiendo que sean ahora las voces mexicanas las que hablen al respecto de su entorno.
La metodología cualitativa
A diferencia de la metodología cuantitativa, la cualitativa no busca generalizar. Sus resultados en principio son limitados al grupo de participantes de la investigación. Para extraer conclusiones que pudieran ser válidas para el resto de una sociedad, sería necesario ir replicando los casos estudiados, o bien, desarrollar cuestionarios a partir de los primeros resultados y aplicarlos a una muestra representativa y amplia.
La investigación cualitativa sacrifica el número de participantes para obtener mucha mayor profundidad en las respuestas y realmente intentar comprender la forma como la o el participante piensa. Por ejemplo, acá no se trata de ver qué canales de televisión el entrevistado mira, sino comprender primero si realmente los mira, con qué grado de profundidad entiende lo que ve, qué es lo que motiva a cambiarle, qué piensa de los programas que sí decide mirar, qué conversa en casa al respecto, en qué medida impacta ello su forma de pensar o su forma de entender la realidad que le rodea, y posteriormente ir detectando temas y patrones en el discurso de más entrevistados.
Es como un experimento donde un científico pone a prueba un medicamento potencialmente funcional en un pequeño grupo de personas. Eso le arroja al científico una idea acerca de indicios, señales que posteriormente pueden ser investigadas en más y más número de pacientes.
Es decir, con esta investigación no estoy pretendiendo conocer a “toda” la sociedad mexicana, sino detectar indicios que si son cuidadosamente comprendidos y utilizados, pudieran ayudarnos a dirigir más investigación y en última instancia asistir en el diseño de políticas públicas, o acciones a implementar desde la sociedad civil, el sector privado, la academia y los medios, para atenuar el impacto que la violencia está teniendo en nuestra psique colectiva.
Primeros apuntes sobre experiencia y observación
La academia es lenta y nuestra sociedad no siempre puede esperar todo lo que nos toma llevar a cabo estas investigaciones. Por ello, desde que El Universal me ha brindado este espacio, he decidido compartir los primeros resultados de nuestros estudios con el único propósito de aportar a la discusión. Esa es una de las funciones de este blog.
Los participantes dicen que la experiencia personal es uno de los componentes esenciales que construyen lo que piensan no solo sobre la violencia, sino sobre las posibilidades que tiene el país para superarla. La cuestión interesante es que a veces parecen bastarles unas pocas experiencias, o incluso una sola, o bien, algo que un ser cercano haya vivido, para moldear su concepción completa acerca de lo que el país “es”, o la “naturaleza” de cómo “somos”. No es necesario mirar cifras ni estadísticas, sino un solo evento, un cuerpo colgado, un cadáver arrojado a una vía pública, un solo evento, y se extraen conclusiones generales del mismo.
Un derivado de este tema pareciera ser el papel de la observación en la construcción de las percepciones. El participante dice pensar como piensa porque lo ha observado. Sin embargo, cuando se profundiza más en este tema, se puede apreciar que no siempre se trata de observaciones directas, sino de observaciones mediadas. El participante “observó” un fenómeno o evento a través de algo más, como pueden ser los medios de comunicación o las redes sociales.
Percepciones sobre Medios de comunicación: sobre-saturación
Por otro lado, pareciera que estamos entrando de lleno en una fase de habituación-evasión acerca de los fenómenos de violencia. Los participantes de la investigación indican de manera repetida que los medios no aportan “nada nuevo”. Que ya han sido demasiados años de “lo mismo” y que se sienten saturados, lo que les motiva a “cambiarle” o simplemente a no mirar. Los programas de análisis, debate de ideas, e investigación de fondo parecen tener preferencia en la opinión de los participantes, que los que simplemente relatan las notas.
La narrativa de los entrevistados coincide con la investigación internacional. En una primera fase, los temas de violencia llaman la atención. Posteriormente, se entra en una fase de habituación y sobre-saturación. Nos acostumbramos o bien nos estresamos por lo que aparece en los periódicos o la televisión, y preferimos evadir ese tipo de noticias.
Esta discusión resulta esencial ya que a veces pareciera que el debate consiste en un dilema entre informar y no informar. La voz de los participantes de mi investigación indica que ese dilema es falso, que todo lo que se pide es algo diferente, más investigación, más análisis.
Por supuesto que seguimos investigando y detectando temas emergentes y patrones, pero me pareció importante compartir algunas primeras reflexiones acerca de lo que la gente empieza a mencionar. Actualmente es indispensable conocer la mayor cantidad de ángulos posibles acerca de una situación que nos está afectando socialmente como nunca. La investigación así lo está demostrando.
¿Usted qué piensa sobre esto?
Twitter: @maurimm
Texto en: https://bit.ly/2WYWGri