¿Es posible lograr un crecimiento post traumático?

Por Mauricio Meschoulam. Publicado en El Universal el 25 de septiembre de 2017. Enlace original: https://bit.ly/2HvxaEw

Lunes 25 de septiembre, 2 pm. Debo escribir sobre temas como Corea del Norte e Irán, o sobre los referéndums independentistas en el Kurdistán iraquí y Cataluña, o sobre las elecciones alemanas. Después de todo, el mundo sigue y ese es mi trabajo. Pero no puedo. Tras el trauma colectivo que hemos vivido los mexicanos y tras haber estado –como millones más- día y noche buscando qué hacer para ayudar, me es imposible regresar a la rutina, así de fácil, sin verter una parte del torrente de ideas que me siguen llegando a la cabeza. Así que, querido/a lector/a, si usted busca análisis internacionales, solo deme unos pocos días más y prometo retomarlos en mi columna sabatina. Hoy toca seguir escribiendo sobre esta sociedad de la que, como usted, formo parte. Esta es mi manera de seguir honrando a las víctimas, de apoyar la labor permanente de mexicanas y mexicanos incansables, de vivir el duelo y de tratar de contribuir a la fase que sigue.

El poder de una hormiga

Inicio con una reflexión que subí a mi Facebook el sábado:

“Hoy sentí el poder de una hormiga. Un poder que procede del todo que es más que la suma de sus partes. ‘No somos héroes’, nos decía una joven voluntaria coordinadora al entrar a la zona de remoción de escombros en la Colonia del Valle. ‘Si nos toca esperar una o dos horas, esperamos. Si nos toca entrar, entramos. No tomamos fotos. No encendemos celulares. No estamos acá más que para apoyar’. La magia está en saber no destacar en lo individual –porque este momento no es acerca de mi– sino sumando-con-otras/os. Ese es el sentido comunitario que extraigo tras estar 5 horas siendo una pequeña, mínima, pero necesaria pieza en incontables cadenas sin las cuales no se puede levantar y mover piedra por piedra en busca de vida, requisitos indispensables para poder pensar en la reconstrucción”.

Dos lecciones, al menos, desprendo de esa experiencia: Una, la necesidad de sumar –no dispersar- nuestros esfuerzos individuales, y dos, el valor que, en esa suma, tiene el no buscar protagonizar, sino privilegiar la causa colectiva. Sí, haciendo uso de liderazgos positivos, pero no egocéntricos. Así, coordinados, trabajando hombro con hombro, somos imparables.

¿Es posible entrar en una fase de crecimiento post traumático?

El Dr. José Calderón, un médico psiquiatra mexicano que vive en Nueva Orleans y labora en la Universidad Estatal de Luisiana, es una de las personas que conozco que más sabe sobre traumas colectivos. Su colaboración en este rubro se incrementó a raíz del huracán Katrina y de todo lo que su ciudad ha vivido desde entonces. Amablemente nos comparte el concepto de crecimiento post traumático, un tema en el que particularmente él y sus colegas han estado trabajando por años. Cito textual el siguiente párrafo de la página del grupo de investigación sobre esta materia de la Universidad de Charlotte en Carolina del Norte (https://ptgi.uncc.edu/what-is-ptg/) :

“¿Qué es crecimiento post traumático? Es el cambio positivo experimentado como resultado de la lucha con una gran crisis de vida, o un evento traumático. A pesar de que nosotros acuñamos el término de crecimiento post traumático, la idea de que los seres humanos pueden ser transformados por sus encuentros con desafíos de vida, muchas veces de formas radicalmente positivas, no es nueva. Esta temática está presente en tradiciones espirituales y religiosas, en la literatura y en la filosofía. Lo que es razonablemente nuevo es el estudio sistemático de este fenómeno por parte de psicólogos, trabajadores sociales, consejeros y académicos en diversas áreas de la práctica clínica y la investigación científica”.

Los autores advierten que ese concepto no significa que los eventos traumáticos sean buenos, que las personas no experimenten sufrimiento, o que el crecimiento funcione igual para todos los individuos. Pero cuando el crecimiento post traumático es adecuadamente canalizado, hay muchos elementos positivos que pueden ser extraídos de ello.

Lo que tenemos que reflexionar, entonces, es hasta qué punto está en nuestras manos, después de lo que hemos vivido y aprendido estos días, canalizar de la mejor manera posible nuestras circunstancias personales y colectivas para que nuestros desafíos de vida resulten, en efecto, en un crecimiento individual y social.

Lo que hay detrás

No toda, pero una buena parte de nuestra frustración está relacionada con lo siguiente:  Normalmente, un evento desastroso y traumático como un terremoto o un huracán expone profundas deficiencias estructurales de sistemas como el nuestro. Solo por citar un ejemplo, la investigación efectuada por el Instituto para la Economía y la Paz (2016) demuestra que el número de víctimas tras un desastre natural es trece veces mayor en los países que tienen un desempeño pobre en indicadores como la distribución equitativa de los recursos, niveles de corrupción, el respeto a los derechos de otras personas, el libre flujo de la información, o el buen funcionamiento del gobierno, entre otros, en contraste con los que tienen un desempeño alto.

Y segundo, porque circunstancias como las que padecemos en México (lo que incluye la débil transparencia en el manejo de los recursos, entre varias otras cosas) continuamente nos mueven a organizarnos para, en muchos casos, sustituir ciertas labores que debería cumplir el Estado. Esto, efectivamente nos empodera y nos deja un sentimiento de que hay mucho de lo que somos capaces, pero también nos deja una sensación de relativo vacío por parte de nuestras autoridades. Así que, naturalmente, las preguntas que nos hacemos, incluyen cuestionamientos como “¿De qué forma canalizo todo lo que estoy sintiendo en estos días para tratar de contribuir más eficazmente a incrementar nuestra resistencia ante eventos como los que hemos vivido, y tratar de ayudar en soluciones más permanentes a los problemas que han quedado exhibidos?”.

Algunas ideas

Intentando aproximarnos a algunas respuestas a ese tipo de preguntas, y partiendo de la base de la cantidad de personas que a raíz de los sucesos que hemos vivido están buscando que esta energía no se agote pronto, comparto algunas reflexiones simples extraídas de la literatura sobre esta materia (Ver IEP, 2016, 2017, o James, 2014, como ejemplos):

1.     La persona, la familia, y el círculo cercano. Lo primero es, una vez habiendo ayudado directa o indirectamente a superar los primeros momentos de crisis, tratar de ir retornando a la rutina, pero asegurarse de que nosotros en lo personal, nuestras familias y de preferencia nuestras amistades o conocidos, estemos cumpliendo con la legalidad y no contribuyamos, en lo individual y en lo familiar, a los ejes de corrupción, impunidad e inequidad que caracterizan nuestro sistema. No sirve de mucho hacer donativos para las víctimas de terremotos o llevarles despensas si luego, consciente o inconscientemente, retornamos a prácticas corruptas o ilegales.

2.     De ahí, subir a un siguiente círculo inmediato posterior y tratar de contribuir exactamente con lo mismo en ese círculo superior: la empresa en la que trabajamos, la escuela o universidad, las organizaciones, asociaciones o agrupaciones en las que participamos. Tampoco sirve de mucho que estas agrupaciones donen o se comporten solidariamente hoy, si posteriormente retornan a una normalidad en la que deseándolo o no, alimentan los ejes de corrupción o ilegalidad arriba descritos. De modo que cualquier paso que demos para garantizar que nuestros grupos, empresas y organizaciones varias sean más legales, justas, responsables y transparentes, es un paso en la dirección correcta.

3.     De ahí hacia arriba, cualquier actividad para contribuir en diversos rubros en apoyo a la ciudad, región, país o planeta en el que vivimos tiene un alto valor. No obstante, hay algunas consideraciones que vale la pena anotar:

(a) Es mejor tratar de no hacer esfuerzos individuales sino colectivos. Sumar y conectar nuestro trabajo con el de otras organizaciones y grupos que ya existen, nos empodera mucho más. Así como con las cadenas humanas interminables que formamos, somos más fuertes cuando funcionamos como eslabones –sí coordinados, pero vinculados. La dispersión es uno de nuestros peores enemigos. Para ello, vale la pena identificar a otros actores de la sociedad que se encuentran trabajando en metas comunes a las que tenemos y a partir de ello, evaluar si es más eficiente sumarnos a proyectos existentes, o de verdad es necesario iniciar proyectos nuevos.

(b) Justo en esa línea, es indispensable apoyarnos en organizaciones, investigaciones, expertos y actores en general que saben mucho de las materias en las que deseamos involucrarnos. Un ejemplo: en estos días, la buena voluntad de muchas personas colmó de víveres e insumos ciertas comunidades en Morelos, provocando, sin intención, una disrupción en la economía local. Tiendas o puestos de comida que dependen de ingresos diarios dejaron de vender porque todo sobraba. Quizás, una información más eficiente, pudo haber canalizado la buena voluntad de personas y agrupaciones hacia el consumo local –al menos en cierta medida- lo cual puede generar efectos multiplicadores de mayor impacto, minimizando los efectos negativos que la ayuda puede generar colateralmente. Ejemplos como ese sobran. Vale la pena informarse de organizaciones sociales como Oxfam México (www.oxfammexico.org), las cuales tienen amplia experiencia y documentación al respecto.

© Las actividades que más valor agregan son las destinadas a combatir las causas raíz de nuestra problemática, no las que atienden los síntomas. Por ejemplo, si nuestra organización busca sustituir al gobierno en labores que éste debería estar cumpliendo, o busca brincarse a las autoridades para evitar situaciones de corrupción que todos conocemos, pero, al mismo tiempo, dejamos de combatir los factores subyacentes que hay detrás de esa corrupción o deficiencias gubernamentales, entonces estaremos eternamente en el mismo punto donde hoy nos encontramos. Los esfuerzos mejor canalizados son los que, sumando toda nuestra energía, ayudan a combatir las causas raíz de los males que han quedado expuestos estos días (que no son otros que los males que vemos siempre). Los esfuerzos que, en última instancia, fortifican las estructuras e indicadores de los que hablábamos arriba, toda vez que eso, a su vez, minimiza el riesgo de número de víctimas tras eventos como los que hemos vivido. Combatir la corrupción –y favorecer la transparencia en el manejo, no de los recursos destinados a la ayuda, sino de cualquier recurso público-, reducir las inequidades, fortalecer el estado de derecho, así como el buen y eficiente funcionamiento del gobierno en un marco de legalidad, promover la rendición de cuentas, contribuir a reducir la impunidad, robustecer nuestras capacidades educativas, promover el respeto a los derechos políticos, sociales y humanos, son solo ejemplos de los factores estructurales en los que más nos debemos enfocar.

Nuevamente, lo anterior no significa que cualquier esfuerzo en cualquier sentido no sea de ayuda. Es solo que combatir causas siempre va a ser mejor que atender síntomas, y hay un sinnúmero de organizaciones, programas y proyectos que ya se dedican a ello, así que vale la pena saber quiénes son y vincularse con ellos.

Es un hecho que nuestra sociedad civil ha salido empoderada tras eventos traumáticos del pasado como lo fue el sismo del 85. Que no sea esta la excepción y que logremos crecer tras el trauma colectivo; solo en esa esperanza encontramos algo de sentido en medio de la tragedia.

Twitter: @maurimm

Texto en: https://bit.ly/2HvxaEw

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